Por: Harold García-Pacanchique
Julio Alfredo Jaramillo Laurido nació el 1 de octubre de 1935, en un pequeño departamento ubicado entre las calles de Gómez Rendón y Villavicencio, en el centro de la ciudad de Guayaquil, hijo de Juan Pantaleón Jaramillo Erazo y Apolonia Laurido Cáceres, matrimonio que daría vida a José “Pepe” (1933) y a Julio (1935), los hermanos Jaramillo que descrestarían a las huestes de los boleros y los pasillos de la década de los sesentas.
Julio, de familia humilde e hijo de una enfermera viuda, (puesto que cuando éste era apenas un niño, su padre Don Juan, perecería en un accidente laboral realizando una cruz para la pequeña hermana de los Jaramillo, que moriría a muy temprana edad), dedicó sus primeros años de infancia a las travesuras y a la indisciplina escolar, lo que llevó a que abandonara sus estudios.
A los Jaramillo, la música llegó de la mano de Pepe, el hermano mayor de Julio, a quien algunos bohemios y viejos comunistas de Pichincha, le atribuían mejores dotes musicales[1]. Pese a ser un excelente cantante de pasillo y bolero, el mayor de los Jaramillo Laurido, desilusionado por la falta de apoyo, se negaba a que su hermano menor le siguiera los pasos; pero el terco Julio se resistía a la desdicha musical.
Siendo zapatero, se va a encontrar con diversas oportunidades musicales en su trayectoria artística, pero sería hasta el año de 1956, con la magnífica interpretación de “Fatalidad”, que el joven guayaquileño iba a emprender lo que sería un éxito sin precedentes en la historia musical de su país, superando incluso a artistas de talla internacional como Olimpo Cárdenas, quien fue su inspirador.
La estela de Julio Jaramillo, bohemio de cigarrillo en mano, haría del joven ecuatoriano uno de los mejores cantantes de boleros y pasillos en el continente, con una fama y éxito musical en países como Colombia, México, Perú, Venezuela, entre otros, conquista que le atribuiría ser llamado “El Ruiseñor de América”.
Su cercanía con los rojos
Son algunas las anécdotas que relatan la forma en que Julio Jaramillo simpatizaba con la causa de los comunistas de su país natal; no nos debe extrañar esta afinidad, pues la familia Jaramillo provenía de un sector humilde de la clase trabajadora guayaquileña, una de las ciudades con mayor tradición de lucha obrera en el país andino, bien como lo narra Joaquín Gallegos en la novela Las cruces sobre el agua y Patricio Ycaza en su Crónica de una insurrección popular, 15 de noviembre de 1922, la influencia de esta ciudad portuaria que se ubica a la orilla del río Guayas, será determinante en las prácticas desinteresadas del Ñaño, que lo llevaran inclusive a dar aportes económicos al Partido Comunista del Ecuador.
Bien como lo narra el exministro de cultura del gobierno de Rafael Correa, Galo Mora Witt (2009-2010) en su libro Mujeres en las tormentas, Julio simpatizaba con el Partido Comunista y aunque su simpatía era más de reconocimiento que de militancia, su hermano “Pepe”, le cuenta al escritor y cantautor la siguiente historia:
De acuerdo con la confesión que me hiciera su hermano Pepe, solía, al regresar de cada gira internacional con los bolsillos repletos de dólares, y antes de iniciar una nueva peregrinación, decirle: “Hermano, esta plata es para mi mamá; este fajo es para ti, y este puñado de billetes es para el Partido Comunista del Ecuador”. Vuelve a mi memoria su voz de mirlo desesperado, de ruiseñor amanecido, de tenor malanochado, de comunista perdido en el desierto, con su lumbre y ceniza, con los requintos afilados, la bragueta abierta, los hijos desperdigados, el orgullo intacto (Mora Witt, 2020).
A estas anécdotas se suman algunas expresiones de reconocimiento del PCE a la música del “Ruiseñor de América”, como lo expresa el periódico El Pueblo, órgano del comité central del Partido Comunista del Ecuador, donde se le rinde homenaje al ‘Ñaño’ en su ciudad natal, en el festival del medio comunicativo.
A medida que pasaban las horas, el público llegaba y se daba paso a las intervenciones artísticas como La Liberación, grupo clásico de música social y comprometida con el pueblo; Alex Mendoza y su estupenda voz hicieron un recorrido breve por los éxitos de la música ecuatoriana e interpretando canciones del icónico Julio Jaramillo (El Pueblo, 2019, p. 6).
Esta relación de simpatías, boleros y reconocimientos mutuos forjó una amistad poco conocida entre los comunistas y el bolerista. Fue así como las principales agrupaciones musicales de la canción protesta ecuatoriana le dedicaron tonadas y conciertos al “Negro” (como también se le conocía a Julio Jaramillo), es el caso de la emblemática agrupación Pueblo Nuevo, quienes en sus conciertos no podían dejar de cantar sus popurrís de valses de JJ[2], además de grabar en el año de 1988 un disco en homenaje a Julio, reafirmando esa simpatía en la que se forjó la canción popular del “Ñaño” y la canción protesta y panfletaria del campo revolucionario ecuatoriano.
Un mundo justo y nuevo
En cuanto a la simpatía recíproca entre los comunistas y Julio, se resalta la anécdota que enuncia Miguel Cantos Díaz, integrante de la Juventud Comunista del Ecuador, en donde se puede ver la participación del Partido en las exequias del cantautor ecuatoriano en febrero de 1978:
El texto que por obligadas razones dentro de mi militancia política, me causa más impresión, es la de Fernando Nieta Cadena y su Nocturno de celaje deslumbrante, esa narración de los instantes de su muerte, de su último recorrido por esta ciudad bohemia, confusa y acalorada, de esa reflexión desde el intelectualismo de izquierda de Sicoseo, de las evocaciones de jodedera de la radio y la televisión, y los recuerdos de ese mano a mano en el cine Central, y la interminable fila (…) para entrar al Coliseo, los pelados de la juventud comunista haciendo valla que no se arme el desmadre de los concurrentes al velorio. Adentro más de treinta mil almas abarrotan el coliseo al centro de la cancha de básket el féretro, cubierto la mitad por el lábaro patrio, narra un reportero de canal 2, la otra mitad con el enseña roja de la hoz y el martillo. Pela las pepas huevas tibias, el man no solo era simpatizante, también cotizaba en el Partido, por eso la jotacé está presente (…) (Cantos, 2016).
Hasta el final de sus días, Don Julio y los comunistas se encontraron desde una perspectiva de militante perdido en el desierto, cómo lo nombra Galo Mora. Las banderas del Partido en el féretro del Ñaño dejaron un precedente para toda la vida y ahora quienes sentían como un amigo de copas al Negro, por sus excelentes interpretaciones musicales, con más ahínco lo sentirán como propio al Ruiseñor de América, quién desinteresadamente cotizaba y simpatizaba con los comunistas, puesto que reconocía en los valores de los rojos, la concepción de un mundo justo y nuevo.
Bibliografía
Mora Witt, G. (2020). Mujeres en las tormentas. México DC, Mexico: Fondo de Cultura Económica .
El Pueblo. (28 de Septiembre de 2019). FESTIVAL EL PUEBLO SE CELEBRÓ EN GUAYAQUIL. El Pueblo .
Cantos, M. (9 de febrero de 2016). El escritorio. Recuperado el 10 de Julio de 2020, de Rondando a J.J. y la memoria inacabable: http://miguelcantosdiaz.blogspot.com/2014/03/rondando-jj-y-la-memoria-inacabable.html?fbclid=IwAR06Ushc6cjjcQ4SueSI2YM9zlGOHDW-VC6NyUkBS0cMHeCSZgBui9RTHEM
1 Compartimos algunos de los éxitos más destacados de Pepe Jaramillo https://www.youtube.com/watch?v=YooaAi_hxlc&t=21s
2 Popurrí de valses de JJ, Grupo Pueblo Nuevo, Ecuador, https://www.youtube.com/watch?v=VMc5F_SrEJU
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